Las políticas de gestión pesquera, acuícola y de salud pública tienen importantes implicaciones en el consumo de productos pesqueros en los Estados Unidos, pero la coordinación entre estas esferas es desigual. Un grupo de investigadores del Centro Johns Hopkins para un Futuro Vivible (CLF), el Departamento de Salud Ambiental e Ingeniería de la Escuela de Salud Pública de Bloomberg y el Servicio Nacional de Pesquerías Marinas (NOAA) ha publicado un estudio en el que consluyen que “una mejor integración de estas políticas podría ayudar a apoyar la producción sostenible de productos pesqueros nacionales y mejorar el acceso de los estadounidenses a pescados saludables”.”Necesitamos dietas saludables y poblaciones de peces saludables, pero la formulación de políticas en estos campos a menudo está motivada por diferentes incentivos y suposiciones”, explica Dave Love, coautor del estudio, y científico asociado del Proyecto de Salud Pública y Acuicultura Sustentable de CLF. “Nuestra principal motivación para llevar a cabo este estudio fue un interés en crear una hoja de ruta para la colaboración futura y la innovación de políticas”.
Las políticas de salud de los Estados Unidos, relacionadas con los productos del mar, se centran principalmente en promover dietas saludables, acceso a los alimentos y seguridad alimentaria. Los investigadores encontraron que aunque estas políticas tienen implicaciones importantes en la producción de productos pesqueros, las políticas federales de salud no apoyan activamente la pesca sostenible y la acuicultura. Por ejemplo, si bien las políticas de salud, como las Guías Alimentarias de los Estados Unidos indican la necesidad de que los estadounidenses consuman más pescado, se da poca importancia a la sostenibilidad, la fuente del pescado o el fomento de las conexiones entre los consumidores y la producción de productos pesqueros de los Estados Unidos.
Al mismo tiempo, las políticas de pesca y acuicultura pueden perder oportunidades de apoyar las políticas de salud. Por ejemplo, las regulaciones pesqueras se centran generalmente en la reconstrucción de las poblaciones sobreexplotadas y aseguran que la pesca excesiva no está ocurriendo, pero no consideran qué sucede con los peces después de su desembarque o cómo las acciones de gestión pueden afectar a la nutrición o a los sistemas alimentarios. También hay una desconexión general entre las pesquerías y los consumidores, en la medida en que el ciudadano medio no siempre sabe de dónde procede su marisco.
A pesar de estos desafíos, el equipo de investigación también identificó varios ejemplos de colaboración entre las comunidades de salud y pesqueras en los diferentes niveles del sistema alimentario. Algunos estados han implementado programas como “Fish to School” en los distritos escolares, y existen más oportunidades para la compra a gran escala de mariscos capturados o criados de manera sostenible en programas de asistencia nutricional y programas institucionales de compra de alimentos.
“La política pesquera es realmente un componente de nuestra política alimentaria regional y nacional”, señala la coautora del estudio, Patricia Pinto da Silva, científica social del Centro Noreste de Ciencias Pesqueras de NOAA Fisheries. “Traducir esto a la gestión, aunque esdesafiante, nos ayudará a obtener los mayores beneficios de nuestros ecosistemas marinos en términos de salud y bienestar humanos”.