Investigadores de la Universidad de Adelaida descubrieron que a las larvas oceánicas les resultará más difícil llegar a refugios seguros en futuros océanos acidificados, lo que supondrá un riesgo para las poblaciones de peces.
El grupo de científicos observó cómo, en condiciones de altas concentraciones de CO2como las pronosticadas para el cambio de siglo, las larvas de barramundi se alejan de los ruidos oceánicos que normalmente les atraen. En cambio, se sienten atraídas por otros sonidos: los ruidos producidos por los tipos de hábitat incorrectos y/o el “ruido blanco”.
“Los océanos están lejos de ser ambientes silenciosos; albergan muchos animales ruidosos, por ejemplo, los camarones, ballenas y delfines”, señala el líder del proyecto, el profesor Ivan Nagelkerken, del Instituto del Medio Ambiente de la Universidad de Adelaida.
El profesor explica que las larvas oceánicas de bastantes especies de peces e invertebrados escuchan los sonidos de los ecosistemas costeros y los usan como guía desde el océano abierto, donde nacen, hasta un hogar protegido en aguas poco profundas, donde pueden pasar sus etapas de vida juvenil y adulta
“Lamentablemente, el CO2 que los humanos bombean a la atmósfera con la quema de combustibles fósiles es absorbido por el océano y causa la acidificación, y esto provoca cambios en el comportamiento de muchos animales marinos”, señala Nagelkerken.
La investigación comparó la actividad de las larvas de barramundi en tanques marinos con niveles de CO2 como los previstos para el cambio de siglo, con las respuestas de las larvas de barramundi en los niveles actuales de CO2.
De esta forma, el equipo descubrió que mientras las larvas de barramundi se sienten atraídas por los sonidos de los estuarios tropicales, las larvas criadas en las condiciones oceánicas futuras con CO2 elevado eran disuadidas por estos sonidos naturales, y en cambio las atraían los sonidos equivocados.
El profesor Sean Connell, de los Laboratorios de Ecología de los Mares Meridionales de la Universidad de Adelaida, advirte que si la acidificación del océano hace que las larvas sean disuadidas por los sonidos de sus hábitats y atraídas por sonidos irrelevantes, esto podría llevar a que terminen en una hábitat inadecuado o en lugares donde no pueden sobrevivir.
“La llegada de menos larvas a los ecosistemas costeros, estuarios y ríos podría dar lugar a tamaños de población más pequeños y, en el caso de especies comerciales como el barramundi, esto podría tener un impacto significativo en la pesca, ya sea comercial o recreativa”, explica el profesor Connell.
Los resultados de la investigación se publicaron en la revista científica Nature Reports.